Orquideario de Soroa, uno de los tesoros naturales de Cuba



Orquideario de Soroa, uno de los tesoros naturales de Cuba

Publicado: noviembre 25, 2011 | 




Hermoso hábitat donde se concentra la mayor colección de orquídeas del país, ubicado en una fértil colina en las estribaciones de la cordillera de Guaniguanico, en la occidental provincia de Pinar del Río.
El obsequio de una orquídea (Orchidaceae), por su significado, se recibe con mucho agrado y satisfacción por la persona agasajada con la aristócrata de las flores. Crecen en bosques abiertos donde la densa vegetación impide el paso a la luz, o en márgenes de ríos.

En el siglo I, el cirujano de Nerón, Dioscorides, en su libro Materia médica, le atribuía a la exótica planta propiedades que influían en la sexualidad del hombre.
Pero además, prevaleció durante 16 siglos, que la flor era un afrodisíaco que incrementaba la sexualidad masculina, mientras que la Iglesia Católica consideraba a las orquídeas como el alimento de Satanás, y que la flor impulsaba al
hombre a los excesos.
Lo real es que las Orquídeas han fascinado al mundo durante siglos y consideradas, por muchas personas, como las flores más bellas de la creación, lo que contrasta con su sencillez y colores propios: rosa, rojo, blanco, amarillo, verde…

En la Perla del Caribe, en el famoso jardín de Soroa, de la Reserva de la Biosfera «Sierra del Rosario», Pinar del Río, existe un hermoso hábitat donde se concentra la mayor colección de orquídeas del país. Quienes visiten el sitio quedaran atónitos ante tanta hermosura: los pétalos lucen formas diversas, sus colores son más intensos en el verano y, el olor suave es muy agradable. Crecen en lugares de altitud, húmedos y sombreados. Habita en toda Cuba y en el resto del Caribe, Centroamérica, México y la Florida.



 
En Soroa, ese hermoso espacio pinareño, se localizan plantas oriundas de diversas regiones de la ínsula, que enriquece el patrimonio botánico de esa localidad, situada en el extremo occidental del archipiélago cubano, cuyos trabajadores rehabilitan umbráculos y áreas de cultivo a cielo abierto del orquideario.
Cuenta Zenia Regalado que todo ocurrió cuando Tomás Felipe Camacho «introdujo los dedos en su pelo y se dejó caer en el cómodo butacón. No podía creer lo que escuchaba, su hija Pilila, la niña de sus ojos, había muerto durante el parto. Le era imposible aceptar que las huellas de la criatura desaparecieran de la tierra, así que decidió construir un bello jardín en su honor. Era el año 1943. Escogió una fértil colina en las estribaciones de la cordillera de Guaniguanico.
«La abundancia de agua y la humedad de las montañas le permitieron atesorar más de 700 especies de orquídeas provenientes de diversos puntos del planeta. En los años 50 ya era el mayor orquideario de América Latina.»
A los famosos jardines del Orquideario de Soroa o Baños de Soroa (a 76 kilómetros de La Habana y 250 metros sobre el nivel del mar), les causó estragos los huracanes Gustav e Ike que atravesaron la provincia de Pinar del Río, en 2008. Ante la magnitud de los daños ocasionados a la vegetación de esos parajes por los fenómenos atmosféricos, científicos locales y de otras provincias cubanas organizaron expediciones a varias regiones, especialmente del centro y oriente del país, con el objetivo de colectar ejemplares que permitieran incrementar el número de especies que atesora el oasis.

Quienes visiten el jardín de Soroa, fundado en 1943 por el abogado español Tomás Felipe Camacho (tocado por la magia de aquellas curiosas flores), quedaran impresionados por la belleza de «la floresta que se regenera con gran rapidez».

Gracias a la voluntad de los hombres y la naturaleza luce toda su grandiosidad con el comienzo de una exuberante floración. Especial impresión dejan la orquídea chocolate (Encyclia phoenicia), con su fragancia característica y la famosa orquídeas negra (Prosthechea cochleata), ambas cubanas.
Según los especialistas, en el orquideario de Soroa —uno de los tesoros naturales de Cuba y paraíso construido para una niña— se conservan unas 700 especies de la dama del reino vegetal.
Hacen gala de sus encantos en las laderas de las montañas donde lucen sus valiosas colecciones de flores exóticas y nativas. Al encantador paisaje de prolongadas elevaciones y saltos de agua, se unen los mogotes del Valle de Viñales, únicos de su tipo en el mundo.